lunes, 30 de enero de 2012

Personas.

Las personas somos como los suspiros; frágiles, instantáneas, momentáneas. No hay razón por la que duremos en este mundo más que nuestro propio orgullo, nuestras propias ganas de luchar y seguir creciendo cada día, con distintas metas que a lo largo de la vida se nos presentan tangibles y difusas al mismo tiempo. 
Metas que nos conforman y nos hacen ser quienes somos... porque en el transcurso del sendero aprendemos a caer, a levantar y a quitar esas magulladuras que el tiempo ha causado. Cicatrices que duran a lo largo de nuestra vida y que nos recuerdan, como huellas incansables, quiénes fuimos y por qué hoy somos. 
Las personas somos aire. Energía convertida en nada. Y ese nada nos hace daño. Y ese daño hace que intentemos creer en algo... ¿Un Dios, quizás? ¿Una palabra? ¿Una mirada? ¿Un momento? Al final todo se evapora. Se diluye. Porque las personas somos eso: intrascendencia en medio de la propia complejidad que nos termina destruyendo y dejando huérfanos de nosotros mismos.
Las personas somos odio y amor concentradas en una cóctel explosivo e imperfecto. Odiamos y amamos con la misma pasión y fuerza con la que un día nacemos del vientre que nos vio nacer.
Las personas somos momentos: de vida, de gloria, de pasión, de fracaso, de desengaño, de muerte, de suspiro, de nada. 











Pero quizás esos momentos, esas miradas de personas que grabamos con fuego lento en la piel de nuestro propio recuerdo, hace que tengamos que dar gracias a la vida por vivir y seguir disfrutando de tantos paisajes de intenciones y de osadías, de flores y algarabías. 

Esa misma intrascendencia es la que hoy hace que escriba estas palabras teñidas de ilusión por comenzar un nuevo viaje en este aire que me agita, que me llena de vida. Porque las personas somos instantes... fotografiados a trasluz en las guaridas de una habitación con dueño.
Porque somos personas y eso mismo nos hace ser suspiros que van a parar a cualquier lugar de aquella otra persona por la que suspiramos y que ya no está. 


Porque afortunados somos nosotros que hoy suspiramos por quienes en su tiempo, dejaron de hacerlo. 

Bienvenidos a este rincón de alegrías y fantasmas, de osadías y recuerdos, de momentos de gloria en el que mi equipaje se presenta... ETERNO. 

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